¿Se acabó la magia de Obama?

En el mercado de reputaciones donde cotizan los expresidentes de Estados Unidos, empieza ya a constatarse la paradoja de Obama. De acuerdo a este contradictorio fenómeno, el primer ocupante afroamericano del Despacho Oval conserva su estatus como figura de referencia para el Partido Demócrata. Sin embargo, todo ese prestigio no resulta precisamente contagioso para los candidatos en su órbita más cercana que luchan por ganar la nominación contra Trump. En realidad, el panteón integrado por los grandes supervivientes presidenciales del Partido Demócrata se encuentra más bien desierto. Por lo que respecta a Jimmy Carter, tanto el líder supremo del buenismo como su propio partido se ignoran desde hace mucho tiempo. En el caso de Bill Clinton, el penúltimo presidente sometido a un impeachment ha envejecido malamente a las fallidas candidaturas de su esposa y al #MeToo, que ha elevado lo del «pecadillo» de la becaria a la categoría de abuso de poder bastante siniestro. Aunque Obama todavía no haya respaldado a nadie, su prestigio resulta bastante elusivo para los precandidatos de su entorno cercano. El caso más sangrante es el de Joe Biden, su vicepresidente que ha empezado cosechando terribles resultados en Iowa y New Hampshire no por viejo sino por antiguo. Aunque esta diversa lista de frustraciones también incluye a su amigo Deval Patrick, exgobernador de Massachusetts, y antiguos altos cargos de su gobierno como Elizabeth Warren y Julián Castro. Todos ellos invocan constantemente al presidente número 44. De hecho, de cada tres palabras que pronuncia Biden una parece ser «Obama». Aunque el problema compartido por todos ellos parece ser la naturaleza tan individual y peculiar del liderazgo político. Como ha explicado el estratega demócrata Eddie Vale: «Puedes hablar mucho de Obama, pero aún así no eres Obama. Él era un candidato, activista y orador fantástico. No importa cuánto interactuaron con él o lo elogien ahora, eso no les trasmite sus talentos innatos. Si yo me pongo una camiseta de los Bulls, eso no me convierte en Michael Jordan».