Pensilvania, la batalla final para la reelección

Nada explica mejor la importancia de Pensilvania en el resultado electoral como los tres mitines que celebró Donald Trump ayer en este estado. Y nadie lo explica mejor que el propio presidente: «Si ganamos Pensilvania, lo ganamos todo», dijo ayer en Allentown, en una de esas regiones del «cinturón del óxido», la América industrial que vivió mejores días y que se entregó a Trump hace cuatro años con la esperanza de recuperar la gloria pasada.

A una semana del día de la votación, y con Joe Biden con ventaja en las encuestas, se pueden esbozar dos escenarios: que los sondeos, al contrario que en 2016 reflejen mejor la intención de voto de los estadounidenses; o que vuelvan a errar -lo hicieron de forma relativa, Hillary Clinton logró tres millones de votos más que Trump, pero perdió por la mínima en estados decisivos- y no recojan parte del voto oculto al presidente.

En el primer escenario, el resultado sería una victoria clara para el demócrata. Los acumulados de encuestas muestran que Biden tiene ventaja por encima del margen de error en Míchigan, Wisconsin y, más cerca del margen, la propia Pensilvania. Si los demócratas dan la vuelta a esos tres estados respecto a los resultados de hace cuatro años, la Casa Blanca sería para Biden. Pero además, dentro del margen de error, las encuestas también dan ventaja mínima al candidato demócrata en muchos otros estados: Florida, Arizona, Iowa, Georgia o el segundo distrito de Nebraska.

En el segundo escenario, esos estados con ventajas cortas para Biden no se moverían de Trump. Pero el candidato demócrata todavía se quedaría con estados que Clinton perdió en 2016. Probablemente, Míchigan y Wisconsin. Donde se rompería la cuerda que decide la elección sería en Pensilvania. Según el acumulado de FiveThirtyEight, la diferencia a favor de Biden en estos momentos es de cinco puntos, solo algo por encima del margen de error. Por eso los candidatos vuelven y revuelven en este estado, que lo tiene todo: la clase media trabajadora descontenta que se entregó a Trump en 2016, bolsas de minoría negra que tuvo una fuerte abstención aquel año, creciente presencia hispana y los suburbios de ciudades como Filadelfia o Pittsburgh que se han escorado hacia los demócratas, tendencia que se repite en buena parte del país en los últimos años.

Aseguran los expertos en encuestas que este año acertarán más. Que el porcentaje de indecisos -que se inclinaron por Trump en las últimas semanas- es menor y que se han esforzado por llegar al votante blanco sin estudios, que fue instrumental en la remontada de Trump y que se escapó del radar de los encuestadores. En cualquier caso, en Pensilvania no se equivocaron tanto. El día de la elección daban a Clinton ganadora, pero dentro del margen de error. Y Trump acabó ganando por un 0,72%, algo menos de 45.000 votos, la diferencia más baja en el estado para una elección presidencial desde 1840.

Con la diferencia que marcan las encuestas, Trump necesita sacudir la batalla de Pensilvania. Quizá no esperaba que Biden le lanzara un hueso en el último debate, en el mayor patinazo del demócrata en la campaña y que podría ser decisivo el 3 de noviembre. Biden contestó con un «sí» a la pregunta de Trump de si cerraría la industria del petróleo. Luego aclaró que se refería a que dejaría de dar subsidios a ese sector, pero ya era tarde. «Biden quiere abolir la industria del petróleo por completo», dijo Trump ayer en Allentown. El presidente utilizó el resbalón para relacionar a Biden con los ataques al «fracking», una técnica de extracción de gas natural que combaten los ecologistas pero que se ha convertido en uno de los impulsores de la economía de Pensilvania.

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Fuente: ABC