Melones

Hay que dejar que los melones se acomoden en el carro. La expresión no necesita desarrollo (se entiende por sí misma) pero sí tiempo para que el pronóstico se cumpla. En Brasil parece que el plazo, para poner las cosas en su sitio, ha llegado. El PT (Partido de los Trabajadores) y las hordas de Bolsonaro, lo veían venir. Las elecciones municipales del pasado domingo confirmaron sus temores. Los dos extremos se hundieron, se fueron a pique. El mensaje renovado de las urnas fue claro: se acabó el extremismo. El PT está pagando por su voracidad corrupta y el ex militar paracaidista (como Hugo Chávez), por su ira desatada, por el desprecio a los valores de la democracia y por su falta de respeto al ciudadano. A Brasil volvieron algunos de los partidos tradicionales que, como los peronistas de antes, roban pero hacen. Si lo aplicamos a la España europea debiera traducirse en el regreso del bipartidismo. Ese que, pese a las manos largas de tantos, hacía sin que la gente estuviera en llamas y con los bolsillos vacíos. Tiempo al tiempo pero, en las Américas, si los de dentro y los de fuera tienen voluntad verdadera, volverá algo parecido a ese cordura imperfecta de la moderación que ilusionaba a muchos países y les hacía creer que podían tener un futuro mejor. En Chile el experimento de redactar una nueva Constitución puede convertirse, en abril, en la excepción que confirme esta regla que debería imponerse. Los «constituyentes» pueden salir de cualquier rincón y el Frente Amplio, la versión podemita del otro lado de los Andes, trabaja y seduce con fuerza para lograrlo. El país que mejor supo crecer y adaptarse –hasta con Pinochet– corre el riesgo de equivocarse. Ser alarmista no da buen resultado pero reaccionar a tiempo sí. El desafío de Chile está ahí. La cuestión es, si los sensatos serán capaces de abrir la cabeza a tanto melón suelto. Si lo logran, el resto se acomodarán en el carro.
Fuente: ABC