Mark A. Milley, el general que creyó loco al presidente de Estados Unidos

Cualquier cosa fue posible en la era de Trump. Hasta que el general de mayor rango de las Fuerzas Armadas estadounidenses llamara por teléfono a su homólogo chino para contarle que pasara lo que pasara, no tenía intención de atacarle. Y que, en todo caso, si el presidente ordenaba un ataque, él llamaría a Pekín antes. Como guinda, Mark Milley, jefe del Estado Mayor Conjunto norteamericano, le dijo al general Li Zuocheng: «Todo va bien, pero la democracia puede ser algo chapucera a veces».

La campaña del general Milley (Boston, 1958) para rehabilitar su imagen y, se entiende, no perder el puesto, es pasmosa. Está claro que ha hablado con los autores de los libros mas recientes sobre

el último año de presidencia de Trump, a los que ha contado conversaciones privadas, sobre todo a Bob Woodward –famoso por descubrir el escándalo del Watergate– y Robert Costa, autores de ‘Peligro’, el libro en que se cuentan esos contactos con China.

Lo que queda claro en esos relatos es que incluso antes de que Trump perdiera las elecciones, el general Milley ya maniobraba en su contra porque creía que el presidente había entrado en una deriva que bordeaba el delirio y la demencia. Era un giro inesperado en un Washington muy acostumbrado de por sí a este tipo de dramas. Milley, que es general del Cuerpo de Infantería, veterano de Afganistán e Irak, condecorado 16 veces, fue fichado para jefe del Estado Mayor por Trump el 8 de diciembre de 2018 en contra del criterio de sus asesores militares. En principio, el presidente le quería para que tomara el mando de las tropas de la OTAN, pero hubo química entre ambos e impulsivamente le ofreció el otro cargo, que equivale al de máximo asesor de la Casa Blanca en materia militar.

A cambio de esos cargos, Trump solía esperar lealtad absoluta, ciega. Por eso citó al general Milley en la Casa Blanca el 1 de junio de 2020. Washington estaba sumido en una nueva ola de protesta racial y la Guardia Nacional estaba desplegada para prevenir disturbios. Milley iba con uniforme de combate. Llegó a la Casa Blanca y Trump le indicó que le acompañara. Salieron por la puerta principal mientras los antidisturbios desalojaban las calles aledañas a porrazos, con gases lacrimógenos y granadas aturdidoras. Sólo al llegar a una iglesia cuyos bajos habían sido quemados horas antes, se dio cuenta el general Milley de que Trump le había llevado a hacerse una foto. Inmediatamente dio media vuelta y desapareció. Varias semanas después tomó la decisión insólita en la cúpula militar de EE.UU de pedir perdón por haberse dejado fotografiar de uniforme en semejante paseo, porque «creó la percepción de que los militares están involucrados en política».

No ha pedido perdón Milley por contactar a China y darle a entender que dijera lo que dijera Trump, no habría ataque. Es decir, que quien mandaba, al final, no era el comandante en jefe, sino su asesor militar. No es que eso le haya importado en exceso a Joe Biden. Ayer su portavoz, Jen Psaki, dijo que el hoy presidente cree que Milley, que mantiene el puesto, hizo lo correcto, porque es «un patriota». La jugada le salió a Milley de maravilla.

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Fuente: ABC