Los refugiados de Lesbos, la herida abierta de Europa

«Ahora ya no huele a mierda. Solo a quemado», explica a ABC José Fernández, el gallego de la ONG evangelista REMAR, organización que está distribuyendo agua a una cola de miles de personas del campamento, todas ellas en la carretera, en cuyo borde han dormido ya varias noches. Se refiere a las consecuencias de los dos incendios provocados, uno seguro por un grupo de inmigrantes afganos al grito de «Bye Bye Moria» y el otro aún por investigar, que ha destruido el desastroso Centro de Acogida e Identificación de Moria en la isla de Lesbos.

Los de REMAR distribuyen desde la mañana del jueves lo que hay: comida del catering del ejército dos veces al día, y más cosas como agua y fruta, enviadas por distintas ONGs así como donaciones de países europeos, junto con sacos de dormir y mantas. Durante años, esta organización aguantó en Moria, aun cuando se fueron todas las demás ONGs protestando contra el acuerdo entre la Unión Europea y Turquía en marzo de 2016. Distribuían tres veces al día, con colas kilométricas de varias horas, la comida del catering del campamento. Lo peor era la violencia, las peleas entre grupos de jóvenes y la falta de seguridad hasta ahora en Moria: se denunciaba al menos una violación por semana y por la noche todas las mujeres que no vivían con su familia en un contenedor preferían ponerse pañales para no arriesgarse a ir, casi sin luz, a uno de los malolientes sanitarios portátiles.

Campamento del infierno

El nombre de Moria ya no se asocia con el pequeño pueblito a 10 kilómetros de la capital, Mitilini, sino con el «campamento del infierno», el mayor de Europa para inmigrantes ilegales que llegan de las costas turcas, creado por el ejército para menos de 3.000 personas y donde malvivían hasta la noche del miércoles en contenedores tiendas de campaña unas 13.600 personas (aunque llegó a acoger a más de 20.000). Todos llegaron desde las costas turcas, a unas pocas millas de distancia de Lesbos y e otras islas cercanas como Kos, Samos, Leros y Jíos.

Ahora el ritmo de llegadas se ha ralentizado, porque las patrullas tanto griegas como turcas, así como las fuerzas de Frontex, vigilan estrechamente la zona y hay también drones. En lo que llevamos de año, han llegado a Lesbos 4.287 personas, mientras que en todo 2019 la cifra fue de 27.148.

Desde la llegada de los conservadores al Gobierno griego, liderado por Kiriakos Mitsotakis, la gestión de la inmigración irregular ha mejorado con respecto al anterior Ejecutivo: menos llegadas y proceso de asilo más rápido, así como el deseo de deportar o repatriar a quien no tiene derecho a quedarse.

El Gobierno radical de Syriza, que se consideraba solidario y cuya juventud era partidaria de una Europa sin fronteras, tuvo que afrontar sin experiencia y casi sin medios el millón de personas que «pasaron» por Grecia en el 2015. Los números fueron disminuyendo, pero los problemas sobre cómo afrontar a este grupo de personas se multiplicaron y eso que ahora el partido neonazi Amanecer Dorado lleva tiempo callado y sin actividad violenta: ya no tiene diputados en el parlamento. Estos días, Mitsotakis ha recordado que se trata de un problema europeo y que tiene que haber una distribución justa de quienes llegan a su país por mar o por tierra, y aún mas ahora en época de pandemia. Y tras entrevistarse con el Vicepresidente de la Comisión Europea Margaritis Schinas este viernes, tras la visita de este a Lesbos, quedó claro que se prepararán nuevas regulaciones europeas de migración y asilo, incluyendo la distribución equitativa de los migrantes entre todos los estados miembros de la UE.

Dos frentes

Lesbos y otras islas están ahora divididas: por un lado los inmigrantes, las ONGs y los mas solidarios que quieren ayudar a quienes llegan a sus costas y quieren un campamento de acogida pequeño, bien organizado y controlado, para que luego los inmigrantes sean enviados con rapidez (y no permaneciendo meses, hasta años para efectuar la solicitud inicial de asilo) a otra parte de Grecia. Por el otro está la mayoría de la población local, exacerbada por elementos nacionalistas y populistas, que quieren que el problema desaparezca sin pensar que aunque todos los inmigrantes se vayan mañana llegarán muchos más.

Kostas Muzuris, gobernador de la región, y el Alcalde de Mitilini insisten en la necesidad de que la isla se vacíe de inmigrantes. Y entre estos dos bandos, los inmigrantes, por una vez, están de acuerdo con la población local: quieren abandonar lo antes posible y para siempre la isla y no se cansan de decirlo.

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Fuente: ABC