Li Keqiang rechaza «la mentalidad de la Guerra Fría porque el desacoplamiento no hará bien al mundo»

En los tiempos del coronavirus, las ruedas de prensa gubernamentales en China son por videoconferencia y con un reducido grupo de periodistas, que han pasado horas antes la prueba para que no haya contagios incluso aunque estén delante de una pantalla. Lo de las preguntas filtradas para evitar cuestiones espinosas no es nuevo; eso ya viene de antes.

Así ha comparecido este jueves el primer ministro, Li Keqiang, al término de la Asamblea Nacional Popular, la reunión anual del Parlamento orgánico de China. Suspendida en marzo por la epidemia desatada en Wuhan y acortada de dos a una semana, en su clausura ha dado luz verde a la controvertida Ley de Seguridad Nacional que el régimen quiere imponer a Hong Kong sin pasar por su Parlamento autónomo. Una decisión que ha reactivado la revuelta por la democracia en la antigua colonia británica y recibido numerosas críticas internacionales, sobre todo de Estados Unidos.

Con la sombra de esta ley y de la pandemia sobrevolando el encuentro, el único del año que mantiene con los medios, Li Keqiang ha analizado el deterioro de los lazos con la Casa Blanca, que culpa al régimen del coronavirus y le presiona con Hong Kong. «Es cierto que nuestras relaciones han encontrado problemas, pero hay también muchos intercambios en lo económico, el comercio, la ciencia, la tecnología, la cultura y otros campos», se mostró conciliador ante una pregunta de la cadena americana de televisión NBC. A su juicio, «es justo decir que hay muchos intereses comunes entre China y EE.UU. y ambos países ganan con la cooperación y pierden con la confrontación».

Por ese motivo, aseguró que, «dada la importancia de esta relación, cualquier problema que ocurra es causa de preocupación para la comunidad internacional». Ante el riesgo de regresar a un mundo bipolar por culpa de la pandemia, como ya pregonan muchos en Occidente, insistió en que «rechazamos desde hace tiempo la mentalidad de la Guerra Fría, porque el desacoplamiento entre las dos mayores potencias económicas no le hará bien a ninguna parte y es también dañino para el mundo».

Recordando que el consorcio industrial estadounidense Honeywell acaba de abrir un centro de innovación precisamente en Wuhan, Li se congratuló de que «las economías de nuestros dos países están estrechamente conectadas» y destacó que «ese ejemplo muestra que sus comunidades de negocios se necesitan mutuamente porque la cooperación es beneficiosa».

Guerra comercial y conflicto político

Junto a la «guerra comercial» que les enfrenta, el conflicto político de Hong Kong ha abierto un nuevo frente entre EE.UU. y China como si fuera el Berlín de la antigua «Guerra Fría». Ante la nueva Ley de Seguridad Nacional que Pekín impondrá en la excolonia británica, Washington ya ha advertido de que revisará el trato económico preferente que le concede a esta ciudad, uno de los centros financieros del planeta, por considerar que viola la autonomía que le otorga el principio de «un país, dos sistema».

Recalcando que dicho modelo es «una política estatal de China que el Gobierno ha implantado fielmente», Li Keqiang argumentó que la polémica ley lo respetará y «está diseñada para conseguir la estabilidad y prosperidad a largo plazo de Hong Kong».

Pero la normativa, que será redactada por el Consejo Permanente de la Asamblea y promulgada en la mini-Constitución de la ciudad entre finales de junio y agosto, ha disparado el miedo a que Hong Kong pierda sus libertades políticas, mayores que en el resto del país.

Con el fin de perseguir la subversión, la secesión, el terrorismo y las injerencias extranjeras, a las que Pekín acusa de estar tras las protestas reclamando democracia que empezaron hace un año, la ley prevé el establecimiento de oficinas de la seguridad china. Su fama de «hacer desaparecer» a los disidentes ha alarmado a los activistas políticos que critican al régimen del Partido Comunista.

Para hacer frente al coronavirus, Li Keqiang apeló a la colaboración internacional. A pesar de su negativa inicial, China respaldó en la reciente asamblea anual de la Organización Mundial de la Salud (OMS) la investigación sobre sus orígenes una vez que la pandemia esté controlada. Asegurando que «cualquier contagio, una vez detectado, debe ser tratado de inmediato» y que «no se permitirá ningún encubrimiento», pidió «trabajar juntos para controlar el virus» y que «las vacunas y medicamentos sean bienes públicos que deberían ser compartidos por toda la humanidad».

Fuente: ABC