Las divisiones provocan la ‘españolización’ de la derecha portuguesa

«Las elecciones legislativas anticipadas constituyen el único camino para terminar con la incertidumbre». Las palabras son del presidente de Portugal, el conservador Marcelo Rebelo de Sousa, y resonarán hasta el próximo 30 de enero, fecha de unos comicios marcados porque el Gobierno socialista portugués lleva cerca de siete años al mando y algunos sectores abogan por un cambio.

En más de 47 años de democracia, que van desde la Revolución de los Claveles hasta hoy, nunca antes habían caído unos Presupuestos Generales, momento que sembró la semilla de la discordia. No quedó más remedio que disolver la Asamblea de la República y contemplar la evolución de los acontecimientos, toda vez que los comunistas y el Bloco de

Esquerda (equivalente a Unidas Podemos) no dieron su brazo a torcer, por lo que saltaron por los aires las cenizas de la ‘geringonça’ –que significa ‘artilugio’, y no coalición– vigente entre 2015 y 2019 con el apoyo de esas dos formaciones.

Todos andan a la gresca e incluso se habla de cierta ‘españolización’ de la política portuguesa, en el sentido de que la crispación parece haberse instalado cada vez más desde que quedó claro que los comicios estaban a la vuelta de la esquina.

En este todos contra todos, el ruedo político portugués ha entrado en campaña mucho antes de tiempo. La Navidad ha estado marcada por las llamadas a los votantes, sobre todo por el arranque del aluvión de debates televisivos entre los candidatos. Se ha tratado de nada menos que de treinta y tres enfrentamientos dialécticos en las diferentes cadenas, con varios días jalonados por tres de ellos a lo largo de la tarde y la noche. Una sobredosis de opiniones cruzadas en la que está llamando la atención Chega, un partido ideológicamente similar a Vox.

El líder de Chega, André Ventura, está captando adeptos por el flanco derecho de los simpatizantes del PSD (conservador), cuyas siglas hacen referencia a la socialdemocracia a pesar de que no se emparentan para nada con esa tendencia (no deja de ser una denominación eufemística para evitar ser tildado de ‘neofascista’). Eso sí, la polémica lo acompaña, pues reconoció que no se ha vacunado y ha sido señalado como «mal ejemplo para los portugueses» debido a esta circunstancia. Para cortar las posibles reacciones en contra, ha prometido: «Me vacunaré próximamente».

Mientras los socialistas siguen encomendándose al paraguas del actual primer ministro, Antonio Costa, el principal emblema de la oposición continúa en manos de Rui Rio, candidato del PSD, que ha demostrado una vez más su perfil nada beligerante en los debates donde ha participado en las últimas semanas. Se trata de un líder que ya anunció su disponibilidad a pactar con su gran rival con tal de «garantizar la gobernabilidad» del país. Muchos portugueses no comprenden cómo es posible que desvele una carta como esa a menos de tres semanas de batirse con los socialistas en las urnas. De hecho, el aspirante a ocupar su sillón, el crítico Paulo Rangel, estuvo a punto de desalojarlo de la cúpula del partido, pero finalmente Rio se rehizo y venció en las primarias, celebradas a comienzos del mes de diciembre.

Ataque por dos flancos

Con estas circunstancias, la campaña electoral portuguesa se desarrolla con los conservadores del PSD temerosos ante el avance de Chega y también por la irrupción de Iniciativa Liberal (IL, liberal), gracias a la labor desempeñada por su presidente, Joao Cotrim de Figueiredo.

Tanto Cotrim de Figueiredo como Ventura no dudan en alzar la voz para denunciar la anestesia a la que somete el Gobierno a la población lusa. Desde que alcanzaron el poder a finales de 2015, el Ejecutivo esconde los numerosos problemas del país con declaraciones institucionales idílicas que describen una situación irreal. La razón no es otra que el camino de injustificado triunfalismo elegido por los socialistas, con un estilo que recuerda a la estrategia puesta en pie por Pedro Sánchez.

Con todo, Rio se beneficia de las intenciones del voto moderado y del relativo desgaste de Costa por la gestión de la pandemia, no tan titubeante ni desacertada como la de España, pero cada vez más discutida por su falta de resultados. Sí le perjudica la fragmentación partidista que se observa en su campo ideológico.

«Estas elecciones se celebran en una franja de tiempo que no es la ideal para la derecha, que cree en la perspectiva de una victoria nada probable pero que, al menos, le otorgue el cartel de ‘no-derrotado-en-la-parrilla-de-salida’. Y eso que, hace solo seis meses, pocos acreditaban que podía materializarse el desbancar a Antonio Costa», explica a ABC el analista político Nuno Gouveia. «Después de la salida de Passos Coelho del liderazgo del PSD, la derecha no ha dejado de sumergirse en un proceso de reconfiguración y las elecciones que se avecinan representarán la confirmación en este sentido».

A juicio de Gouveia, «Chega es más radical, tipo Vox, pero con una ideología menos consistente, y está cautivando a las clases populares, especialmente al mundo rural y suburbano». El retrato del analista se completa de esta forma: «Por su parte, IL tiene un apoyo social más urbano, de los jóvenes y las élites».

Mientras IL y Chega toman posiciones y aprovechan el escaparate que les brinda la televisión a través de su maratón de debates, hay otro partido de derechas que pugna por no sucumbir al olvido. Es el Centro Democrático y Social (CDS, conservador), que bastante tiene con sobrevivir desde que Paulo Portas abandonó el ruedo político y ahora pone sus esperanzas en que Francisco Rodrigues dos Santos frene la sangría de adeptos que se reparten entre el electorado de un país con más de diez millones de habitantes. Si el CDS se agarra a la posibilidad de una resurrección es porque en las municipales celebradas en septiembre obtuvo una leve mejoría de sus resultados. El contexto es distinto al de las legislativas en ciernes, pero su tendencia positiva apunta en el horizonte.

Parar la fuga

También el PSD, que se hizo con la alcaldía de Lisboa, vive unas circunstancias que podrían ser la antesala de una recuperación de su espectro, si es que logra detener la fuga de votos a la IL, Chega y hasta al CDS. De hecho, el flamante alcalde, Carlos Moedas, insufló el ánimo de sus seguidores cuando dijo en las páginas de este periódico: «Hemos demostrado que es posible derrotar a los socialistas». Una especie de ‘efecto Ayuso’ lo catapultó al ayuntamiento de la capital portuguesa y, de paso, lo empezó a señalar como una de las voces emergentes del PSD.

La paradoja viene por la inacción que promulga Rio, a los que muchos acusan de parecer un ‘infiltrado’ de las huestes socialistas por su concordancia con algunas leyes que solo han salido adelante porque un sector de los diputados conservadores, con él a la cabeza, han aprobado, algo impensable en España. En sus cuatro años dirigiendo los destinos del PSD, apenas se le han conocido críticas a los socialistas. Es un claro reflejo de su estrategia, que consiste en aguardar a que el ‘enemigo’ se hunda y luego captar a sus votantes más situados en el centro.

La cuestión es que no puede desdeñarse el contrapeso de la extrema izquierda, porque no hay que olvidar que la negativa del Bloco de Esquerda y de los comunistas precipitó el escenario electoral en curso. «La disgregación de los partidos tradicionales de la derecha portuguesa no ayuda a derribar al Gobierno socialista», concluye Gouveia. Y, cómo no, Antonio Costa aprovecha el panorama para agitar el fantasma del ‘fascismo’ que, según él, se encarna en la figura de Ventura. Así pues, la sorpresa puede saltar con Chega, que tal vez puede abrirse hueco pescando en río revuelto.

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Fuente: ABC