La rebelión de los millonarios

lo que vimos el martes pasado en las primarias del Partido Demócrata fue la rebelión de los millonarios. El Partido Demócrata es el que representa a la izquierda en Estados Unidos. Tradicionalmente ambas formaciones tenía un ala derecha y un ala izquierdista. Los republicanos de Massachusetts, Nueva York y California suelen estar más a la izquierda que los demócratas de Florida o Texas. Pero en los últimos años ambos partidos se han alineado mayoritariamente a uno y otro lado del espectro político. Son muchos más los multimillonarios que manifiestan su apoyo al Partido Demócrata que los que lo hacen por el Partido Republicano. Eso se ve claramente entre los ricos de Hollywood, pero también en el empresariado. Y esos millonarios estaban asustados por el auge de un sentimiento anti riqueza en su partido. La posibilidad de la toma de control de la formación por un socialista y su banda de sandernistas era evidente. Y lo que es peor, el partido al que siempre habían apoyado les iba a convertir en el chivo expiatorio de todos los males. Había que finiquitar esto. Después de ganar en Carolina del Sur el 29 de febrero Biden ingresó cinco millones de dólares en donativos en 24 horas. Y a lo largo de ese mismo periodo los que financiaban las campañas de Pete Buttigieg y la senadora Amy Klobuchar les habían dicho que podían irse a sus casas. El escenario cambiaba radicalmente para Biden que pasó de no haber ganado nunca unas primarias en las tres campañas presidenciales a las que ha concurrido a ganar once en 72 horas. A día de hoy las primarias demócratas son una carrera de dos y los multimillonarios que Sanders dice que no deberían existir saben a quién apoyar. Ahora hay que conquistar la nominación siguiendo unas líneas de batalla fáciles de entender: Biden tiene el respaldo de los grandes donantes y Sanders el de los pequeños donantes «on line» que han amenazado en las dos últimas campañas la tradicional relevancia de los millonarios amigos del Partido Demócrata. Pero ese respaldo de Sanders en las redes sociales puede llevar a errores. Las redes habían creado una imagen de un ascenso imparable de Sanders y una caída sin remedio de Biden. Y las redes son instrumentos de trabajo muy útiles. Pero la verdad sólo se conoce en las urnas. Ya está bien de confundir esas redes con la mayoría real. Y quienes jamás imaginaron que Donald Trump pudiera ganar unas elecciones harían bien en recordarlo. Los datos del recuento del supermartes ofrecieron otras noticias muy malas a Sanders, que ya se habían constatado en los estados que ganó antes de ese día, cuando tenía media docena de rivales enfrente. En varios de los estados en los que se votó el 3 de marzo Sanders perdió respaldo por comparación con las primarias de 2016. Y entre esos estados se incluye a Vermont al que él representa en el Senado. Su base electoral de hispanos, jóvenes y progresistas está muy bien, pero quienes más votan en las primarias son los norteamericanos de más edad. Y entre los mayores de 45 años, Biden se llevó el 65 por ciento en Virginia, el 62 por ciento en Massachusetts, el 66 en Maine o el 67 en Oklahoma. Hay que reconocer a Sanders un enorme mérito al conseguir el respaldo de unos jóvenes latinos cuyos padres huyeron de regímenes apoyados por Sanders como es el caso de la Nicaragua de Daniel Ortega. Pero la mayoría de los demócratas saben la miseria que creó el socialismo que defiende Sanders. Durante unas semanas los millonarios demócratas creyeron que no tenían más opción que dejarle ganar las primarias y esperar a que Trump lo derrotase. Carolina del Sur cambió todo. Ahora tienen un candidato que creen que puede ganar. Eso es muy dudoso. Pero no imposible. Aunque Biden tiene muchos muertos en el armario. Y no solo en Ucrania.