La OEA funciona por el 64,4% de fondos que aportan EE.UU. y Canadá

Si la Organización de los Estados Americanos (OEA) ha tenido utilidad para sus miembros ha sido sobre todo por sus distintos organismos, muchos de ellos especializados, que apoyan las más diversas actividades institucionales mediante una estructura de oficinas y funcionarios. Más allá de las peleas ideológicas en su máximo órgano de representación, en el que los embajadores actúan en nombre de sus países, existe un intenso trabajo consensuado en favor de la democracia, el Estado de derecho, los derechos humanos, el desarrollo, la igualdad y la sostenibilidad.

Ese «Sistema Interamericano» tiene un coste: un presupuesto anual que supera los 80 millones de dólares, de los cuales algo más de la mitad son aportados por Estados Unidos. Sin ese dinero entregado por Washington, donde está la sede de la OEA, la organización sería una mera plataforma para la discusión política.

Conviene recordarlo cuando algunos países del continente dicen querer sustituir la OEA, creada en 1948, por la más reciente CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe).

Es razonable que los principales países de Latinoamérica deseen tener un foro en el que tratar entre ellos, sin la presencia de EE.UU. y Canadá, sus vecinos más ricos y desarrollados. México y Brasil empujaron para poner en marcha en 2011 la CELAC, donde ellos podían tienen la voz cantante, sin el hegemón hemisférico sentado a la mesa. El petróleo de Hugo Chávez, en época del «boom» del precio de las materias primas, alentó una organización con presencia de Cuba (que rechaza integrarse en la OEA), pero el reciente momento de «vacas flacas» del Socialismo del Siglo XXI en la región ha restado últimamente actividad a la CELAC. Ahora son México y Argentina los más interesados en ese liderazgo (el Brasil de Bolsonaro no participa), y un país acaba de pasar al otro la presidencia pro tempore de la entidad.

CELAC, solo como foro

LA CELAC tiene sentido como foro, pero como organización no podrá emular a la OEA. En caso de que algunos países fuercen un intento de sustitución, yéndose en bloque de la OEA, se corre el peligro de que el continente se quede sin un techo bajo el que se acojan todos. Algo así puede quizás satisfacer a algunas de las potencias latinoamericanas (sobre todo Brasil, México o Argentina, según sea su apuesta «antiyanqui»), pero para el resto resulta más provechoso y menos problemático un lugar donde el socio referencial es Washington en vez de alguno de sus vecinos más desarrollados.

La OEA tiene este año un presupuesto de 84 millones de dólares, cubierto por las cuotas que aportan los estados miembros. A EE.UU. le corresponde pagar el 53,1% de las aportaciones (45,3 millones). Si a eso sumamos la cuota de Canadá (11,3%, lo que supone 9,6 millones de euros: por detrás de Brasil y por delante de México), tenemos que el 64,4% del gasto de la OEA corre a cuenta de Washington y Ottawa. Sin ese decisivo porcentaje, la organización podría hacer bien poco, y esa inanición sería el destino de una CELAC que pretenda ir más allá de un mero lugar de diálogo o incluso coordinación, de mínimo coste.

El colapso de Unasur

Unasur, la organización para Sudamérica puesta también en marcha en 2011 por impulso del Brasil de Lula da Silva y por Hugo Chávez, alcanzó en 2017, antes de su declive y desaparición, un presupuesto de 10,8 millones de dólares. Las contribuciones anuales de los distintos países sudamericanos eran inferiores a las que aportaban a la OEA, salvo en el caso de Ecuador, que era similar porque acogía la sede y deseaba cierto protagonismo. Unasur funcionó porque se articuló a partir de reuniones ministeriales sectoriales, pagadas por cada gobierno en cada caso; apenas contó con una estructura permanente, más allá de la figura del secretario general.

Los males de Unasur –impagos de cuotas en algunas ocasiones, bloqueo de la elección de un nuevo secretario general por desacuerdos políticos y por aspiraciones individuales de países, luchas ideológicas…– hundieron la organización y preanuncian los males que pueden aquejar al intento de una CELAC de mayor robustez. Cuando algunos países han buscado resucitar una asociación de las naciones sudamericanas –un proceso de integración subcontinental que tiene pleno sentido– creando ProSur, han optado por algo de incluso menos presupuesto y sin apenas estructura permanente. Pero también aquí las luchas ideológicas están minando esa otra entidad.

Necesidad de la OEA

Por otra parte, los países americanos siempre necesitarán un lugar donde todos puedan discutir con Estados Unidos, y la OEA ofrece la ventaja de que ahí EE.UU. solo tiene un voto, como el resto de los miembros, de forma que los estadounidenses resulten vencidos fácilmente cuando se forma una mayoría alternativa. Chávez y Maduro han ganado muchas votaciones en la OEA gracias al petróleo entregado a los microestados del Caribe, cada uno con el mismo derecho de voto que EE.UU.

Pero es que al margen de las luchas políticas en torno a la Secretaría General, desempeñada por Luis Almagro, y los pulsos diplomáticos en el seno del Consejo Permanente, del que forman parte los embajadores ante la OEA de los 35 países del Hemisferio Occidental (solo falta Cuba), lo importante de la organización es el trabajo que se realiza desde su estructura.

El presupuesto permite el funcionamiento de departamentos altamente valorados por los distintos países. Entre ellos, por citar solo algunos, los siguientes: Secretaría de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, Secretaría de la Comisión Interamericana de Mujeres, Comité Jurídico Interamericano, Secretaría de la Comisión Interamericana de Telecomunicaciones, Junta Interamericana de Defensa, Fundación Panamericana para el Desarrollo, Secretaría de Acceso a Derechos y Equidad, Departamento de Inclusión Social, Secretaría para el Fortalecimiento de la Democracia, Departamento para la Cooperación y Observación Electoral, Secretaría de la Comisión Interamericana de Puertos, Departamento de Desarrollo Sostenible, Secretaría de Seguridad Multidimensional, Secretaría del Comité Interamericano contra el Terrorismo, Secretaría Ejecutiva de la Comisión Interamericana para el Control del Abuso de Drogas y Departamento contra la Delincuencia Transnacional, Secretaría de Asuntos Jurídicos.

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Fuente: ABC