Italia inauguró en el norte de Albania dos controvertidos centros para identificar y expulsar a migrantes irregulares. El Gobierno de la ultraderechista Giorgia Meloni busca de esta forma acelerar las gestiones migratorias. La instalación de estos lugares es el fruto de un polémico acuerdo con Albania, que permite llevar al suelo albanés los trámites de solicitud de asilo y posible repatriación de personas rescatadas en el Mediterráneo. La iniciativa es solo la última de una serie de peticiones hechas a este pequeño país por parte de naciones occidentales más ricas. France 24 visitó de forma exclusiva uno de estos recintos, cuyos detractores describen como una “prisión”.
La valla es esbelta, larga y altísima, de un color opaco, grisáceo, que serpentea el recinto, casi todo metálico. El horizonte casi no se ve en el nuevo centro de identificación y expulsión de Gjadër. Ni mucha otra cosa. Está a poca distancia de la homónima aldea, en una zona escarpada y de cerros ásperos del norte de Albania, donde en tiempos pasados se ocultaba una base militar de la Guerra Fría, pensada evidentemente así: para que apenas se viera.
La valla es también la brecha entre dos mundos. Fuera del recinto, se ve algún trabajador, una culebra rechoncha que intenta alejarse a una velocidad inverosímil para un reptil, algunos agentes cumpliendo la rutina y, en un lado, una colina rocosa e inhóspita. Adentro, se explaya la principal estructura del nuevo complejo construido por Italia para procesar solicitudes de asilo y, si un tribunal así lo decide, expulsar a los migrantes que reciban una respuesta negativa.
Se trata del mayor proyecto de externalización de fronteras concretado por un país de la Unión Europea (UE) en tiempos modernos.
“Una prisión”, como dice el diputado Agron Shehaj, crítico del acuerdo promovido por Italia y aceptado por su Gobierno.
“¿Cómo deberíamos llamarla? Los migrantes no podrán salir, nadie verá lo que ocurre adentro”, añade.
“Con este acuerdo están violando los derechos humanos de estas personas, porque además, no lo han decidido ellos, se les está obligando a venir a Albania”, subraya desde el puerto de Schengjin, al que primero llegarán los migrantes antes de ser trasladados a Gjadër.
Las instalaciones de Gjadër son, en efecto, decenas de módulos con literas y paredes grises, ocultos detrás de la alta valla, en una especie de ciudadela laberíntica, donde los “huéspedes” vivirán sin poner oficialmente un pie libre en suelo europeo, tras ser rescatados por barcos del Estado italiano.
Allí están zonas-dormitorios para aquellos que han presentado su solicitud de asilo y esperan una respuesta, áreas para quienes ya han recibido órdenes de expulsión, las salas para asistir a las audiencias por videollamada con tribunales en Italia e, incluso, una pequeña cárcel para quienes cometan delitos.
France 24 pudo visitarlo gracias a una autorización especial concedida por las autoridades italianas.
“Es injusto. ¿Por qué deberían estar ahí encerrados?”
La capacidad actual es para 400 personas (solo varones adultos de países considerados “seguros” por Italia), pero algunas celdas aún se están construyendo, ya que el centro ha sufrido diversos retrasos y la cantidad de personas inicialmente prevista es bastante inferior a la que actualmente ha sido puesta a disposición.
Nadie sabe tampoco con certeza cuántos migrantes albergará mientras funcione, aunque las autoridades —que han concedido acceso bajo condición de anonimato por motivos de “seguridad”— lo justifican afirmando que el proyecto aún está en una fase experimental. El centro de Gjadër es, eso sí, una zona extraterritorial: gracias al acuerdo firmado entre Albania e Italia en 2023, con una duración de cinco años renovables por otros cinco, no es territorio albanés, sino suelo italiano en el que rige la ley italiana.
Aleksander Preka, de 64 años, es una especie de líder informal de la comunidad en la cercana aldea de Gjadër. Afirma que lo que más le parece que está mal es que no dejen a los migrantes salir del centro de identificación y expulsión. “Es injusto. ¿Por qué deberían estar ahí encerrados?”, se pregunta. Pero Aleksander también se alegra.
“Desde que han llegado (los del proyecto) aquí muchas casas que estaban vacías se han alquilado y hay muchas ofertas de trabajo”, dice este habitante de un pueblo que solía tener 2.000 habitantes y ahora tiene 800.
Valentina Lazdri, su vecina, también piensa así, o parecido. Tiene 60 años y nueve hijos, de los cuales ocho se han ido de Albania para tener oportunidades de trabajo. Solo le queda una.
“Sí, mi hija, es la que tiene 45 años y está sin trabajo”, afirma. “Ojalá consiga trabajo como limpiadora, o lo que sea. Hoy fue a registrarse y la atendieron una empleada italiana y otra albanesa”, añade su esposo, Bib.
“Costarán cuatro veces más que los centros existentes en Italia”
El proyecto ha sido financiado con fondos italianos y Roma también se encarga del mantenimiento. Sin embargo, se desconocen las cifras exactas, aunque se estima que hasta 2028 se gastarán entre 600 y 700 millones de euros, lo cual ha generado polémicas en Italia.
“Costarán cuatro veces más que los centros existentes en Italia y, probablemente, la mayoría de los migrantes terminarán siendo trasladados allí”, dice Matteo Villa, especialista en datos e investigador del Instituto para los Estudios Políticos Internacionales (ISPI).
“No solo eso: a nivel legal la idea podría fracasar incluso más rápidamente que a nivel práctico”, agrega.
Otras organizaciones han manifestado su preocupación por posibles abusos que los migrantes podrían sufrir, lejos de miradas indiscretas.
Desde su oficina en la ciudad de Ledze, el abogado Ndre Molla se muestra preocupado no solo por los abusos que los migrantes puedan sufrir, sino que también se queja de que, en su opinión, este sea otro caso en el que un país rico trata a Albania como un lugar para descargar sus problemas.
Esto se debe a que, además del centro italiano, Albania acoge a varias comunidades de expatriados que viven en un limbo y, en el pasado, incluso recibió a exreclusos de Guantánamo liberados, que no podían regresar a sus países de origen ni Estados Unidos quería que se instalasen en su país.
Albania: “un lugar al que los países traen sus problemas irresueltos”
“Creo que esto es solo el comienzo. Después del proyecto de Meloni, otros países como Reino Unido, Alemania y Bélgica seguirán su ejemplo”, sostiene Molla.
“La prueba más reciente son los refugiados afganos [evacuados por Estados Unidos tras la toma de poder de los talibanes]. Dijeron que se irían, pero siguen aquí mismo, en esta zona”, agrega.
“Nos estamos convirtiendo en un lugar al que los países traen sus problemas irresueltos y las consecuencias de sus guerras”, afirma el abogado, quien intentó sin éxito denunciar a su Gobierno y bloquear el proyecto.
Agron Shehaj, el diputado albanés, añade que la iniciativa refleja además el autoritarismo del primer ministro Edi Rama, quien aspira a que su país entre en la Unión Europea (UE).
“No nos informaron de este acuerdo antes de firmarlo; nos enteramos por la prensa. No hubo discusión, ni siquiera en el Parlamento”, se queja. “Y cuando lo hicimos, nada pasó. Pero eso no es algo raro en este país”, denuncia.
Las organizaciones humanitarias -tanto las locales como las internacionales- también están preocupadas por la posibilidad de que los migrantes no tengan acceso a intérpretes o a un proceso justo para defender su estatus de refugiado. E incluso un tribunal europeo ha expresado dudas sobre la lista de países considerados seguros.
Amnistía Internacional ha argumentado que trasladar a los migrantes a centros de terceros países, como Albania, podría implicar condiciones inadecuadas de detención y restringir el acceso de los migrantes a la protección internacional.
En el centro de Gjadër, los agentes de Policía involucrados en el proyecto -que se turnarán una vez al mes— aseguran que harán lo posible por tratar a los migrantes con humanidad, y piden paciencia. Dicen que solo cumplen órdenes y que incluso desconocen algunos aspectos del proyecto. “Muchos aspectos aún se tienen que concretar, y los estamos estudiando”, afirma un funcionario.
El primer ministro, el socialista Edi Rama, parece ser también un elemento más de las incógnitas que rodea el proyecto. En una entrevista concedida esta misma semana, incluso se desligó de la iniciativa. Solo reiteró que “ningún migrante podrá salir de los centros” y que todo lo que ocurra dentro es responsabilidad de Italia, no de Albania. Y la primera ministra de Italia, Giorgia Meloni, tampoco ha anunciado si participará en algún momento en las primeras llegadas de migrantes que acabarán en el centro. Una decisión que quizá refleje una batalla política que está lejos de cerrarse.
La ruta migratoria del Mediterráneo es la más mortífera del mundo. Las víctimas y los desaparecidos se cuentan por centenares dados los numerosos naufragios que han conmocionado al mundo.
Por Irene Savio,Esma Cakir, Denada Kola-France24
FUENTE: chptnoticias.com