Ingrid Betancourt: «Llegará un día en que las FARC y sus víctimas podremos llorar juntos»

«La pandemia fue una bendición para el libro», afirma el expresidente de Colombia, Juan Manuel Santos. A su derecha, Ingrid Betancourt sonríe. Secuestrada durante seis años por las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias), el por entonces ministro de Defensa en el Gobierno de Álvaro Uribe, estuvo al frente de una cinematográfica operación de rescate de la mujer con la que ha compartido, vía telématica, decenas de horas de reflexiones, análisis y vivencias volcadas en quinientas páginas, bajo el título, «Una conversación pendiente» (Planeta).

Salvando las inmensas distancias con su cautiverio, la excandidata presidencial comenta sobre su confinamiento durante el Covid. «Sentí que la gente iba a empezar a entender lo que es un secuestro, lo que significa tener

limitaciones a tu vida de la noche a la mañana». La rehén cuya historia se conoce en todo el mundo decidió, «aplicar mecanismos de rutina, como en la selva, para que no se me hiciera tan duro». Estaba sola y estableció «una rutina diaria de trabajo, de gimnasia, de llamadas de teléfono…». Para Santos, el encierro fue una ocasión a medida para reencontrarse, sin agobios de agenda, con la persona que apoyó su «proceso de paz, sabiendo que sus captores no pasarían 40 años en la cárcel. Su capacidad de reconciliación, con todo lo que sufrió, es lo que más me impresiona de ella», destaca.

Acuerdos con polémica

Aquellos acuerdos de paz de fines del 2016, estuvieron rodeados, hasta el día de hoy, de la polémica. Sometidos a referéndum, el Gobierno no asumió el resultado, un ‘no’ que dejaba las celebraciones, con jefes de Estado y de Gobierno extranjeros incluidos, en un escenario de política de hechos consumados nulo. «Dicen que desconocí el plebiscito pero hice todo lo contrario», se defiende y desarrolla sus argumentos. «Lo reconocí pero, como determinó previamente la Corte Constitucional, renegocié con las fuerzas que se habían impuesto con el ‘no’. De 60 puntos que se pusieron sobre la mesa llegamos a un acuerdo en 58 y quedó, como era imperativo, aprobado en el Congreso. Estaba expresamente prohibido hacer otro plebiscito», aclara. Para unos se mantuvo apegado a la ley, para los críticos se trató de una jugada con cartas marcadas. «Se dijeron muchas mentiras repetidas que afectaron la votación», insiste.

En un salón del Hotel Palace, Ingrid Betancourt, coincide en que «el proceso se torció por las mentiras». ¿Cómo se sentiría si, como efecto de aquellos acuerdos, tuviera que compartir un escaño con alguno de los miembros de las FARC que ahora los ocupan y nadie les ha votado? La respuesta no se hace esperar. «Los que nos torturaron, nos alejaron de nuestros hijos y de nuestras familias, nos sometieron a un dolor muy fuerte pero por encima de estos sentimientos está el interés de Colombia». La aceptación de este escenario vino precedida de unas condiciones, «que entregaran las armas y se incorporaran a la vida política».

Un perdón «abstracto»

En ocasiones hay un momento en la vida de un secuestrado que se mira cara a cara con sus captores. Ingrid Betancourt lo vivió en una ronda de reconocimiento, en el marco de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la NO Repetición (CEV). «Utilizaban eufemismos como retenciones, guerra contra el Estado, decían que había justificación, por ideales, para lo que hicieron…», hasta que empezaron a hablar claro y llega ese momento en el que ella acepta, confrontar con los comandantes de las FARC y tiene enfrente a Rodrigo Londoño, alias Timochenko. «Fue impactante», resume pero, en rigor, «pidieron perdón de una forma abstracta. No fueron capaces de hablar con el alma. Su actitud contrastaba con el llanto de las víctimas (eran diez en la reunión). No paraban de llorar», recuerda. Aún así, añade, «ese es el camino de la reconciliación. Es difícil pero llegará un día en que podamos llorar juntos. Estoy convencida».

Muchos de los colombianos que votaron en contra de aquel proceso de paz, respondían con una pregunta a ABC cuando les pedía explicaciones: «¿Vos aceptarías lo mismo con ETA?» Juan Manuel Santos interviene: «No hay un conflicto armado igual a otro. Fuimos el primer país del mundo que exigió verdad, justicia (especial para esos delitos), reparación y no repetición y las FARC los aceptaron. Se hizo bajo el paraguas del Estatuto de Roma que con ETA no existía». La pregunta actual se impone: «¿Hay paz en Colombia?». El expresidente observa: «Hay paz con las Farc. El 92% de sus integrantes están dentro del sistema a pesar de que han asesinado a más de doscientos». Sobre los que lo rechazaron, los violentos y aquellos que se desdijeron y volvieron a las armas, Juan Manuel Santos, arroja la piedra a otra trinchera, «por supuesto que existen bandas criminales pero no es culpa del proceso de paz sino de la incapacidad del actual Gobierno (de Iván Duque)».

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Fuente: ABC