Espías de alta precisión: cuando los soviéticos mapearon Occidente

'El Atlas Rojo' (de John Davies y Alexander J. Kent, publicado por la Universidad de Chicago) pone en evidencia que los espías de la URSS eran, en realidad, cartógrafos obsesionados con el detalle

Moscú conoció Londres mejor que los propios londinenses, Nueva York en más detalle que los propios neoyorquinos y París con más profundidad que cualquier habitante del Quay d'Orsay. La red de espionaje que tejió la URSS en Occidente recibió el particular encargo de tomar datos y medidas de cada ciudad, calle, puente o río con el objeto de, ante una hipotética invasión, dominar el terreno tan bien como el enemigo. El resultado fueron una serie de mapas, recogidos posteriormente en 'El Atlas Rojo' (de John Davies y Alexander J. Kent, publicado por la Universidad de Chicago) que pone en evidencia que los espías de la URSS eran, en realidad, cartógrafos obsesionados con el detalle.

Los mapas, que no fueron públicos hasta el fin de la Guerra Fría y la caída de la Unión Soviética, son producto de una sistemática, y no de una suma de esfuerzos individuales. Como eco de una iniciativa de la época zarista, la URSS se propuso mapear el mundo de una forma uniforme, con colores, formas y símbolos únicos independientemente del lugar retratado. Se diferencian edificios, autopistas, ríos y bosques. En la precisión del cartógrafo, los mapas soviéticos recogían detalles que los mapas occidentales obviaban. El perfil de los edificios era más exacto y, los giros de las calles, más acertados. Pero en la obsesión por el detalle se cometieron errores propios del espía. Por ejemplo, en una de las versiones del mapa de Londres, una autopista en construcción es recogida como una tubería, precisamente, de gas.

Con el fin de la era comunista, los mapas salieron al mercado negro, y cartógrafos y coleccionistas se sorprendieron de la habilidad soviética. El hallazgo sacó a la luz el trabajo de los espías de Moscú. Y también sus técnicas, algunas tan inocentes como organizar un 'pic-nic' cerca de una obra para poder, cómodamente ocultos detrás de un sándwich, tomar las notas que el Kremlin les requería.

Fuente: ABC