El recuento de los daños

A la cada vez más nutrida lista de lecturas sobre el declive democrático que viene sufriendo el mundo hay que añadir el último libro de Anne Applebaum. Titulado Twilight of Democracy (El ocaso de la democracia), la historiadora y brillante periodista plantea un formidable análisis sobre la corrosión de los valores liberales. Todo en beneficio del nacional-populismo, los iliberales, el autoritarismo blando y demás supuraciones electorales generadas por el fracaso de la política. Applebaum no se centra en los líderes retrógrados que llevan cuestionando el orden social desde mucho antes del coronavirus. Ni tampoco en sus huestes de agraviados. Su foco se centra en la patulea de facilitadores que sustentan esta preocupante búsqueda de atajos a la democracia: escritores, intelectuales, tertulianos, panfletarios, blogueros, asesores, productores de televisión, creadores de memes, managers del cabreo comunitario y los que ella denomina clercs, a medio camino entre oficinistas y evangelistas. Como plantea Bill Keller, ex director del New York Times, la pregunta del millón es si toda esta gritona comparsa son verdaderos creyentes o unos cínicos oportunistas: «¿Se creen sus propias mentiras y las conspiraciones que inventan o son simplemente avariciosos de dinero y poder?» Dentro del frustrante duelo de absolutos en el que estamos embarcados, la respuesta resulta más bien inequívoca. Lo que sí está muy claro para Anne Applebaum es que muchas democracias liberales se han atragantado con una sobrecarga de cambios tecnológicos, económicos y de información. En un mundo dominado por lo inmediato, la democracia es casi por definición slow, es decir lleva su tiempo. Y ante la falta de respuestas ágiles, la tentación es buscar atajos expeditivos pero poco democráticos. Applebaum cree que la pandemia no estaría forzando un nuevo mundo a lo Kissinger, sino que actúa más bien como acelerador: «Tal vez el miedo a la enfermedad cree miedo a la libertad. O tal vez el coronavirus inspirará un nuevo sentido de solidaridad global… con locura, tenemos que aceptar que ambos futuros son posibles».
Fuente: ABC