El fin de los estereotipos al uso

Pocos desean tanto la victoria de Joe Biden el próximo 3 de noviembre como la ansía el régimen teocrático iraní. Ya no es sólo porque vuelva a respaldar el acuerdo nuclear con Irán -lo que con toda seguridad haría- es también porque la ayuda diplomática que ha dado en su mandato Donald Trump a la creación de una coalición anti iraní en Oriente Medio tiene un impacto de dimensiones históricas. La firma en la Casa Blanca el pasado martes del reconocimiento bilateral de Israel con los Emiratos Árabes Unidos y con Bahréin ha completado unas semanas de un éxito que este país cabeza de puente de Occidente en la región no vivía desde que la Unión Soviética y los Estados Unidos reconocieron al Estado de Israel en mayo de 1948, en los tiempos de su guerra de independencia. Pero no ha sido sólo la firma de la Casa Blanca. La Autoridad Palestina, en cuyas manos está la Presidencia rotatoria de la Liga Árabe, había intentado hacer aprobar a los ministros de Exteriores de los países miembros de la organización una condena a los Emiratos por reconocer a Israel. Por primera vez en la historia de la Liga una iniciativa así fue rechazada. Palestina ya no es una prioridad porque lleva más de medio siglo demostrando que nunca pierde la ocasión de perder una ocasión. Y el pasado domingo el Sultanato de Omán manifestó su apoyo a la decisión de Bahréin de reconocer a Israel. Recordemos que Omán ha sido siempre el mediador entre Estados Unidos e Irán. Casi el único interlocutor válido. ¿Seguirá siéndolo después de este gesto? Y no olvidemos otra acción relevante, la de un país europeo pero musulmán, Kosovo, que ha reconocido a Israel y ¡ha aceptado poner su embajada en Jerusalén! Algo inimaginable para muchísimos fieles del Islam. Éste es el fin de los estereotipos al uso. Todo esto es muy grave para Irán porque demuestra que en un tiempo en que Estados Unidos se muestra cada vez más aislacionista, en que Trump hace todo lo posible por retirar sus tropas de la región, los aliados de los norteamericanos saben que su seguridad frente a Irán pasa por entenderse con Israel. Y lo están haciendo aceleradamente porque les une el miedo a un Irán potencialmente nuclear. Y porque bajo la caricatura del odio generalizado a Israel, la realidad es que la población civil de buena parte del mundo árabe más rico y conservador cree que hay muchos más beneficios en la paz con Israel que en el apoyo a un estado terrorista como el que encabezan las autoridades de Gaza. La amenaza de Irán se ve reforzada por la deriva de la Turquía de Erdogan, el amigo de Zapatero y de la Alianza de Civilizaciones. La presión del Gobierno egipcio sobre los grupos islamistas de los Hermanos Musulmanes ha puesto a muchos de estos en fuga y han encontrado refugio en Turquía. Algo inimaginable en un estado miembro de la OTAN y, hasta la deriva erdoganista, fiel aliado de Occidente en la región. Todo eso se está diluyendo. En esas circunstancias es comprensible que Irán implore una victoria de Biden. Tienen la esperanza que además de reactivar el acuerdo nuclear se aleje de Arabia Saudí por las violaciones de los derechos Humanos de las que es acusado el Príncipe Mohamed bin Salman. Aunque no deja de ser irónico que los iraníes tengan el desparpajo de denunciar violaciones de derechos humanos de nadie. En medio de todos estos acontecimientos ha pasado desapercibido la ejecución el 12 de septiembre de Navid Afkari , un campeón de lucha libre y prisionero político iraní. Se le acusaba de manifestarse contra el régimen. Marián Rajavi, jefa del Consejo Nacional de la Resistencia Iraní le rindió tributo el viernes en una teleconferencia con dirigentes políticos de todo el mundo. «Enfrentados a ejecuciones y masacres, el pueblo de Irán pide a la ONU y al Consejo de Seguridad que restablezcan las sanciones estipuladas en sus seis resoluciones contra el régimen clerical iraní. Si no, Khamenei continuará destrozando la nación porque la supervivencia de su régimen depende de de la muerte y la represión». ¿Lo permitirá Joe Biden?
Fuente: ABC