El balance de la presidencia de Emmanuel Macron en materia de escándalos sexuales, en el Palacio del Elíseo, es el más modesto de la historia de la V República, sin comparación posible con las cacerolas más que escandalosas de las presidencias de François Mitterrand y François Hollande, entre otros.
A finales de 2019 y principios de 2020, Macron esperaba culminar su conquista de todos los bastiones del Estado. Su portavoz oficial, un fiel entre los más fieles de su guardia pretoriana, Benjamin Griveaux, se cotizaba como futuro alcalde de París.
Griveaux, antiguo socialista rosa muy pálido, fue uno de los artífices de la campaña electoral victoriosa que instaló a Macron en el Elíseo. Tras conquistar la mayoría parlamentaria,
en la Asamblea Nacional, y con mayoría relativa en el Senado, Macron podía esperar que su candidato conquistase la alcaldía de París, la primavera del 2020.
Benjamin Griveaux, el candidato de Macron, se cotizaba como ganador seguro de ese bastión simbólico del poder político nacional. Hasta que la noche del 13 al 14 de febrero de aquel año aparecieron en internet dos vídeos sexuales del portavoz del presidente, grabados en su despacho personal del Elíseo.
Griveaux, casado con una abogada famosa, tuvo una relación con una señorita, Alexandra de Taddeo, con la que intercambió vídeos sexuales, abandonándose a los placeres más íntimos y solitarios en su despacho oficial, contiguo al despacho del jefe del Estado. Griveaux no podía desmentir la evidencia de su cuerpo serrano, los pantalones caídos, grabando los éxtasis que enviaba a su amante.
De Eugenia de Montijo, granadina, esposa de Napoleón III, a François Mitterrand, el Elíseo había conocido muchos otros escándalos de ese tipo. Pero, por vez primera, un despacho oficial aparecía en las redes sociales, como escenario de prácticas onanistas del portavoz oficial del presidente de la República. Griveaux dimitió sobre la marcha. Macron enterró el escándalo y se resignó a la pérdida de la alcaldía de París.
Agresión a una soldado
Un año más tarde, la Justicia ha comenzado a instruir un caso de violencias sexuales de un oficial del estado mayor particular del presidente Macron acusado por una soldado de «acoso» y «violencias carnales». Se trata de un caso excepcional, sin precedentes, en la legendaria historia de las pasiones sexuales que tuvieron por histórico escenario la residencia oficial del jefe del Estado.
Según la agencia France Presse y el matutino ‘Libération’ (izquierda independiente), una soldado habría denunciado a un superior, oficial o suboficial, según las fuentes, que la habría «acosado» o sometido a «violencias sexuales» en los locales oficiales del estado mayor particular del presidente. Según las mismas fuentes, el acoso se habría producido el 1 de julio pasado, tras una fiesta de despedida de tres colaboradores del jefe del Estado.
El presidente Macron pronunció aquella tarde un discurso oficial. Su equipo y varios miembros de su estado mayor particular celebraron una reunión amistosa, entre copas, aperitivos y bromas. Terminada la fiesta, una soldado afirma que un oficial o suboficial, con el que trabajaba, a diario, desde hacía años, la «arrastró» hasta una dependencia de los soldados y responsables de la seguridad del jefe del Estado, comenzando una «sesión» de «acoso», «masajes» e «intentos de violación».
Sin entrar en una valoración expresa de las acusaciones, una fuente oficial del Elíseo ha hecho esta declaración: «No se comentan nunca los asuntos judiciales en curso de instrucción. Desde el instante en que se tuvieron noticia de ciertas denuncias, los hechos fueron puestos en conocimiento de las autoridades, tomándose inmediatamente las decisiones pertinentes: escucha, apoyo y acompañamiento de la víctima, afectación inmediata de la persona incriminada lejos del Elíseo».
‘Peccata minuta’, sin duda. El presidente no es responsable de las violencias sexuales de los soldados y oficiales de su estado mayor particular. Vale. Queda el símbolo. Las dependencias marciales de la Presidencia de la República convertidas en cuadra de la peor especie vejatoria. Comparativamente, se trata de dos escándalos relativamente menores.
El antecesor de Macron en el Elíseo, François Hollande, se instaló en el palacio presidencial acompañado de su amante, Valérie Trierweiler, nombró a Ségolène Royal, su primera esposa y madre de sus hijos, ministra del Medio Ambiente, y las traicionó a ambas con una nueva amante, Julie Gayet, en dos años cortos.
Durante años, la pareja que formaron Hollande y Royal fue la gran esperanza reformista del socialismo francés: ambos aspiraban a la presidencia de la República. Nicolas Sarkozy venció a Royal en las presidenciales del 2007; y aquella catástrofe estuvo acompañada de una tragedia íntima: la antigua esperanza femenina del socialismo francés era traicionada por el padre de sus hijos, François Hollande, que hizo pública, entonces, su relación sentimental con Trierweiler.
Hollande fue el primer presidente de la V República que se instaló en el Elíseo acompañado de su amante. Fiel, de alguna manera, Hollande no tardó en nombrar a su exministra del Medio Ambiente. De este modo, Hollande compartía el lecho con la amante y el consejo de ministros con la madre de sus hijos. Hasta que se descubrió que el presidente huía del Elíseo, en moto, varias noches por semana, para encontrarse en un lecho próximo con su nueva novia, Julie Gayet.
El vodevil de Hollande terminó con una catástrofe política. Su renuncia a la reelección, convertido en el presidente más impopular de la V República.
La llegada de Bruni
Nicolas Sarkozy, el antecesor de Hollande en la presidencia, había convertido el Elíseo en escenario de muy violentas pasiones.
En vísperas de su elección triunfal, Sarkozy vivió dos dramas paralelos. Uno de sus grandes rivales, Dominique de Villepin, ex primer ministro, había filtrado a la prensa los amores de Cecilia Ciganer Albeniz de Sarkozy, bisnieta de Isaac Albéniz, gloria de la música española, con un avispado publicitario que trabajaba para Sarkozy, que comenzó por perdonar, tragar y aceptar.
Seducida por los palacios presidenciales, Cecilia aceptó volver al redil y entrar en el Elíseo con Sarkozy. Pero la reconciliación no duró mucho. Terminaron descubriéndose los amoríos del presidente con una periodista conservadora que cubrió durante años las idas y venidas del Elíseo. La pareja formada por Sarkozy y Cecilia terminó aceptando la ruptura. Y el avispado publicitario que había dirigido la campaña presidencial de Mitterrand muchos años antes, propició el encuentro del presidente con Carla Bruni.
El presidente en funciones perdió los estribos. Y llegó a fotografiarse, en pantalones vaqueros, llevando en hombros al hijo de Carla Bruni con un amor anterior. El amor terminó triunfando. Y Sarkozy encontró en Carla el gran amor de su vida. Hasta hoy.
El antecesor de Sarkozy en el Elíseo, Jacques Chirac, fue un mujeriego empedernido. Su esposa y sus chóferes contaron incontables aventuras. La esposa llegó a estudiar el divorcio. Pero terminó aceptando y callando. Uno de los chóferes de Chirac ha contado con detalle el rigor cronométrico de las citas amorosas del presidente. Chirac prefería visitar a novias, amigas y amantes fuera del Elíseo. Pero se hacía llevar y traer por un chófer oficial. Es leyenda que Chirac decía al chófer: «Déjame a las diez de la noche. Y vuelves a buscarme 40 minutos más tarde…». Bueno. 40 minutos de efusiones amorosas pueden dar para mucho o para poco, según la sensibilidad de cada cual. Entre el rosario de amantes presumidas o reales, una destaca llamativamente. Se dijo y se llegó a escribir en una biografía de referencia que Chirac tuvo una relación sentimental con Claudia Cardinale. Ahí es nada.
Si Chirac fue un presidente tradicional y tradicionalista, incluso en el terreno de los escándalos, su antecesor en el Elíseo, François Mitterrand, fue el presidente más ‘rupturista’, con mucho, en la historia de la V República.
Mitterrand conquistó el poder prometiendo la «ruptura con el capitalismo» y la «construcción del socialismo a la francesa». El capitalismo salió intacto de la experiencia Mitterrand. Y el socialismo sigue esperando su hora. Por el contrario, Mitterrand marcó un hito histórico en cuestión de escándalos sexuales. Se instaló en el Elíseo con su esposa y familia oficial. E instaló en un palacio contiguo a su amante más famosa, Anne Pingeot, y a su hija, Mazarine Marie Mitterrand Pingeot. Atender a ambas familias no le impedía a Mitterrand recibir en el Elíseo y otros lugares a otras jóvenes amantes ocasionales.
Detalle excepcional, Danielle Gouze, la esposa oficial de Mitterrand, y sus tres hijos, vivieron en el Elíseo, sin encontrarse nunca, durante catorce años, con Anne Pingeot y su hija, que solo llegaron a conocerse, personalmente, el día del entierro del presidente, al pie de su tumba.
Entre Charles de Gaulle y Mitterrand, el Elíseo estuvo ocupado por otros dos presidentes, Georges Pompidou y Valéry Giscard d’Estaing. También ellos estuvieron envueltos en escándalos, pero con modestas implicaciones sexuales, directamente, en el Elíseo.
Una tradición francesa
Por el contrario, los historiadores del palacio presidencial siempre han insistido en muchos capítulos rosa, pasión o bombón, con lances carnales de muy diverso tono, durante dos siglos cortos.
Una de las historias más legendarias quizá sea la muerte del presidente Félix Faure (1841 – 1895), acompañado en el lecho con la más famosa de sus amantes, Marguerite Steinheil. La primera versión de la muerte hablaba de apoplejía: «Suspensión más o menos completa, y por lo general súbita, de algunas funciones cerebrales, debida a hemorragia, obstrucción o compresión de una arteria del cerebro». La legendaria versión, mucho más real, según los historiadores, es que Faure murió cuando su amante le hacía una felación.
En todas las historias del Elíseo, políticas, diplomáticas y sexuales, tiene un puesto de honor una granadina ilustre, Eugenia de Montijo, la última emperatriz de Francia, esposa de Napoleón III, mujeriego empedernido. La pareja imperial tuvo un puesto eminente en la modernización de Francia, la invención del turismo (en Biarritz) y la modernización de París, a través de los trabajos del barón Haussmann.
Los desencuentros amorosos de la pareja y las traiciones de Napoleón III también tienen un puesto significativo en la historia del Elíseo. François Hollande abandonaba en moto el palacio presidencial, para correr en busca de su última amante en París. Más aristocrático, Napoleón III hizo construir un túnel especial para poder salir del Elíseo a pie cuando abandonaba el lecho matrimonial para correr hasta el lecho de una amante. Es leyenda que parte de ese túnel, en otro tiempo amoroso, es hoy el búnker desde donde el presidente de turno sigue las maniobras y operaciones de la flota nacional de submarinos nucleares de ataque. Vivir para ver.
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Fuente: ABC