El autoritarismo de Xi Jinping aísla a China en su pugna con Occidente

Hubo un tiempo en que China disimulaba su autoritarismo y prometía apertura política al calor de su progreso económico y social. Pero ya ni eso. Desde que Xi Jinping subió al poder entre 2012 y 2013, el régimen «capicomunista» de Pekín ha ahondado en su deriva autocrática. Xi empezó endureciendo la represión contra disidentes y activistas sociales, luego eliminando a sus rivales internos con la «campaña anticorrupción» y, finalmente, reformando la Constitución para perpetuarse en el cargo más allá de sus diez años de mandato. Dejando a un lado el «auge pacífico» del que presumía China, ha impulsado una ambiciosa política exterior y aumentado la presión en sus disputas fronterizas, que ha avivado aprovechando el coronavirus.

La ocultación inicial de la epidemia y las dudas sobre su información han roto la confianza de las potencias occidentales en China, que no rehúye la confrontación consciente de la fortaleza económica, diplomática y militar que ha logrado en pocas décadas.

Las «Nuevas Rutas de la Seda»

Con el régimen de Pekín erigiéndose en alternativa a las democracias, sobre todo en los países en desarrollo que está colonizando económicamente con sus «Nuevas Rutas de la Seda», el mundo se precipita hacia una «Segunda Guerra Fría».

A la rivalidad entre Estados Unidos y China, agravada por el coronavirus, se suman las crisis con el Reino Unido, Australia, Canadá y Nueva Zelanda por la Ley de Seguridad Nacional impuesta en Hong Kong. Agrupadas en la alianza de seguridad de los «Cinco Ojos» («Five Eyes»), las democracias anglosajonas temen que dicha ley mine las libertades de esta antigua colonia británica.

Mientras Londres promete la ciudadanía a los tres millones de hongkoneses que poseen pasaporte británico de ultramar, un estatus especial concedido antes de la devolución en 1997, Canberra ofrece «refugio» a quien quiera emigrar, o más bien exiliarse.

A pesar de ser uno de los países que más depende de China, que recibe el 33% de sus exportaciones, Australia exige una investigación del coronavirus que enfurece a Pekín. Como represalia, el régimen ha lanzado una «guerra comercial» prohibiendo las importaciones de ternera australiana y ha advertido a sus nacionales contra dicho país, uno de sus principales destinos para estudiar o invertir en propiedades. La crisis ha subido de tono con acusaciones mutuas de espionaje.

China también arrastra un conflicto con Canadá desde que, en diciembre de 2018, la «heredera» de Huawei, Meng Wanzhou, fue arrestada en el aeropuerto de Vancouver por una orden de EE.UU. por, presuntamente, violar las sanciones contra Irán.

Solo unos días después fueron detenidos dos canadienses en China, Michael Spavor y Michael Kovrig. Tras 18 meses en la cárcel y sin apenas contacto con sus familias ni con su embajada, ambos fueron imputados por espionaje en junio mientras Meng se enfrenta al proceso de extradición desde su arresto domiciliario en su mansión de Vancouver. Además, dos canadienses fueron condenados el año pasado a muerte por narcotráfico y, en junio, una mujer china con esa nacionalidad fue sentenciada a ocho años por seguir el culto «Falun Gong».

Una nueva «Guerra Fría»

Las espadas siguen en alto y, tras la imposición en Hong Kong de la Ley de Seguridad Nacional, Ottawa ha suspendido su tratado de extradición con este territorio y las exportaciones de material sensible y militar. Canadá, otro de los destinos favoritos de la emigración hongkonesa, también revisará su concesión de visados y podría recibir otra oleada como antes del traspaso a China. En la actualidad hay 300.000 residentes en Hong Kong con pasaporte canadiense, la mayoría de los cuales se marcharon antes de la devolución en 1997 y obtuvieron dicha nacionalidad.

«Hemos entrado en una nueva “Guerra Fría” y China se está aislando, pero es el único modo para que sobreviva el Partido Comunista», analiza para ABC Jean-Pierre Cabestan, profesor de Política en la Universidad Baptista de Hong Kong. En su opinión, «Xi Jinping está pugnando con muchos países y esto puede haber creado tensiones dentro de la cúpula. ¿Pero quién puede desafiarlo? Como él controla al Ejército y la seguridad, puede que tengamos que esperar para ver algún cambio».

Está por ver la reacción de Occidente y, sobre todo, de la Unión Europea, que adopta una postura crítica pero se encuentra dividida por la debilidad de los países del sur, muy dependientes de China. Hasta ahora, en Occidente han primado sus intereses económicos porque Pekín juega con el acceso al mayor mercado del mundo.

Frentes abiertos

EE.UU.: A la tradicional rivalidad con la Casa Blanca por la hegemonía mundial se suman ahora la pandemia del coronavirus y la nueva Ley de Seguridad Nacional impuesta a Hong Kong, que se teme acabe con sus libertades y con la autonomía que prometía el principio «Un país, dos sistemas».

Reino Unido: Tras denunciar que la Ley de Seguridad Nacional viola la Declaración Sino-Británica de 1984 que acordó la devolución, el primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, ha ofrecido la ciudadanía a los tres millones de hongkoneses con pasaporte de británicos de ultramar, lo que ha enfurecido a Pekín.

Australia: Ante la exigencia de Canberra de una investigación sobre el coronavirus, Pekín responde con una «guerra comercial». Australia ha denunciado «ciberataques» chinos mientras el periódico «Global Times», altavoz del Partido Comunista, acusa a los servicios secretos australianos de llevar a cabo operaciones en su territorio y en Hong Kong.

Canadá: La crisis que arrastra con China desde la detención en Vancouver de Meng Wanzhou, la «heredera» de Huawei, por una orden de extradición de EE.UU. se ha agravado con la Ley de Seguridad Nacional en Hong Kong. Canadá es uno de los destinos favoritos de la inmigración hongkonesa, como demuestran los 300.000 residentes en la ciudad con dicho pasaporte.

Fuente: ABC