Cuando Bloomberg disimula que es Bloomberg

Ya antes del debate del pasado miércoles en Las Vegas las cosas no iban bien para Michael Bloomberg. Su primera cita con las urnas está prevista para el supermartes del 3 de marzo, en el que se vota en 14 estados. Con ese objetivo en el punto de mira, Bloomberg se ha gastado más de 400 millones de dólares en campañas publicitarias en televisión. Pese a ello, la media de sondeos que hace RealClearPolitics le deja en segundo lugar en California con un 16,5% de intención de voto y en cuarto puesto en Texas con un 11,7%. Esos son los dos estados que más delegados eligen y estos datos son anteriores al desastroso debate en Las Vegas. Quizá el millonario neoyorquino debería reflexionar con sus asesores después de ese primer debate sobre qué posibilidades tiene de ganar las primarias si escoge jugar en el mismo ámbito izquierdista de sus rivales demócratas. Ya ha adoptado suficientes políticas de ese sector: subir los impuestos, mayores beneficios sociales, control de armas, discurso sobre el «cambio climático», defensa del aborto… Lo sorprendente fue ver cómo se dejó acorralar por otros ataques de Bernie Sanders sin contestar con fuerza. Un intercambio que ejemplifica esto es el siguiente: -»Tenemos una grotesca e inmoral distribución de la riqueza y de la renta. Mike Bloomberg tiene más riqueza que los 125 millones de americanos más pobres. Eso está mal. Eso es inmoral.» -«No puedo hablar por todos los billonarios. Todo lo que sé es que he tenido mucha suerte, he ganado mucho dinero y lo estoy dando todo para hacer que éste sea un país mejor. Y una buena parte de ello va al partido Demócrata», replicó Bloomberg añadiendo después: «Trabajé muy duro por ello y ahora lo estoy devolviendo.» -«Señor Bloomberg, no fue usted el que ganó ese dinero. Quizá sus trabajadores tuvieron un papel también.»Y Bloomberg calló, con lo que ganó Sanders. La realidad es que Bloomberg es el perfecto ejemplo del emprendedor que tiene una idea que cubre una necesidad que está surgiendo, que ayudó a muchas personas a hacerse más ricas. Como es normal, contrató a miles de trabajadores a los que pagó muy bien y que a su vez contribuyeron a la prosperidad de su entorno comprándose casas, mandando a sus hijos a buenos colegios, pagándose un buen servicio médico y pagando impuestos con los que el socialista Sanders quiere ahora redistribuir. Olvida que para poder hacerlo, tiene que haber dinero en caja. Y eso es lo que proporcionaban los miles de empleados de Bloomberg. En otro momento del debate, Sanders atacó a Bloomberg por no haber hecho públicas sus declaraciones de impuestos. Algo que el millonario promete que hará. Pero tiene guasa que exija ese tipo de desvelamiento el candidato Sanders, que hace seis meses exigía que todos entregasen su historial médico completo y que desde que sufrió un infarto en octubre se ha negado a entregar esa documentación. Bloomberg sólo puede ganar si no juega a ser tan de izquierdas como los demás y está orgulloso de su propio historial sin miramientos. De hecho, su mejor golpe de la noche fue cuando le preguntaron por la iniciativa de Sanders de que las grandes corporaciones tengan que poner trabajadores en el consejo de administración. Bloomberg replicó: «No se me ocurre nada que pueda facilitar más la reelección a Donald Trump que escuchar esta conversación. Es ridículo. No vamos a acabar con el capitalismo». Y el público le aplaudió. Fue la única vez de la noche en que lo hizo.