Ciudadano Palme

Nacido el 30 de enero de 1927 en Estocolmo en el seno de una acomodada familia del barrio de Östermalm, Palme cursó sus primeros estudios en la escuela de Sigtunaskolan Humanistiska Läroverket. Tras completar su formación militar y licenciarse en Derecho, se traslada a EE.UU. para cursar estudios en la Kenyon College, de Ohio. Es allí, durante un viaje por los estados norteamericanos, cuando decide consagrar su vida a la justicia social y al socialismo. La pobreza y las desigualdades del país más poderoso del mundo fueron la clave de esta decisión.

Palme fue primer ministro de Suecia con el partido Socialdemócrata durante diez años y en dos etapas desde 1969 hasta 1976 y desde 1982 hasta 1986, cuando fue asesinado. Durante su mandato, Palme completó la construcción del Estado de bienestar y la definición del modelo sueco de desarrollo capitalista con fuerte protección social.

Suyas son, entre otras, la ley del aborto libre, la protección por desempleo, el desarrollo de la red de guarderías infantiles, que facilitó la incorporación de la mujer sueca al mercado laboral, la ley de convenios colectivos, la ley de desregularización de créditos, que permitió a los bancos decidir su capacidad crediticia, el sistema de préstamos estudiantiles, sistema vigente por el cual los estudiantes suecos financian con créditos sus estudios para devolverlos después a lo largo de su carrera profesional o la reforma constitucional que redujo el poder del rey en Suecia.

Pacifista activo

En política exterior rompió con la tendencia de sus predecesores al aislamiento y la neutralidad, convirtiéndose en un pacifista activo y militando en favor de la democracia a escala mundial. Con su carisma y sus continuos viajes colocó a Suecia en la escena internacional. Tan frecuentes eran esos viajes que a su vuelta aparecía a menudo en los periódicos suecos el titular: «Palme visita hoy Suecia».

Palme se definía a sí mismo como un utópico. «No podemos vivir sin las utopías. La utopía se origina a raíz de la insatisfacción con lo establecido. Ahora bien, debemos basarnos en la realidad. El cambio ha de estar precedido de un estudio serio de la misma. Un diálogo continuo entre realidad y sueños, una dialéctica permanente entre idea y hecho práctico da sentido y valor a la política. Pero si dejamos de ser soñadores, nuestra ética e ideología desaparecerán.»

Fuente: ABC