Desde el mismo instante de la concepción, cuando el espermatozoide penetra en el óvulo, comenzamos a envejecer. No hay vuelta atrás. Es el precio que pagamos como especie, aunque la ciencia quiera burlar ese destino. Lo sabe bien Carlos López-Otín, un bioquímico empeñado en estudiar la huella del paso del tiempo que mira con escepticismo las promesas de quien ya se atreve a poner fecha a la inmortalidad del ser humano en 2045. O incluso de los que anuncian que moriremos jóvenes a los 140 años con tratamientos capaces de alargar el tiempo de vida. Él es más pragmático. Piensa que el verdadero milagro es estar vivo y en buen estado con 80 años, la esperanza media de
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Fuente: ABC